CÁNCER Y DINERO

Por Juan Romero Sierra


No sé qué hay de cierto en la noticia que me ha llegado por conducto de un amigo referente a la curación del cáncer. Medio litro de agua, el zumo de tres limones y una cucharadita de bicarbonato de sodio, en ayunas, es la panacea. Para curar o prevenir el cáncer, basta con tan poco, según me cuenta mi amigo, en cuyo muro, en Facebook, ha compartido la novedad, que un señor, cuyo nombre y hazañas desconozco, anda divulgando. ¿Verdad? ¿Mentira? Para el ingenuo incluso, no ya para el sagaz o el avispado, la duda, como mínimo, es lo primero que acude a su mente.


De lo que a mí particularmente no me cabe duda, en cambio, como se desprende del comentario que viaja con la fórmula, o la arropa, es de que todo en esta vida se reduce a lo mismo: dinero, caballero que, al parecer, impide que dicha solución, por económica, no tenga eco ni arraigo. Lo que, tanto si la combinación de los tres ingredientes es la panacea como si no, nos retrata a la perfección, incluido al autor del descubrimiento o de su difusión, que no ignora dónde debe poner el acento. 

Siempre presente en nuestras vidas, siempre en boca de todos, siempre en nuestro pensamiento, siempre en mitad de cualquier camino que emprenda el hombre (entre los escollos a sortear, generalmente), el dinero es el peor cáncer que existe, la droga más dura, la única para la que no hay esperanza, la que más muertes causa, la que tiene a la sociedad sumida en el horror y la desesperación; el planeta, a punto de explotar; la vida, próxima a extinguirse. Cáncer que todo lo corrompe, todo lo arruina, todo lo asola, todo lo devasta, todo lo arrasa, todo lo aniquila. El único, sí, para el que no existe la esperanza y no hay panacea ni rehabilitación que valga, como lo acredita la historia, dado que el que ama el dinero, no se saciará de dinero, como reza en el Eclesiastés, cuya vigencia (tres mil años después de escrito, salvo que el libro no sea obra de Salomón) permanece; con idéntico vigor, con renovadas ansias, con los mismos resultados: corrupción, dolor, miseria, podredumbre, hambre, guerras, descomposición, desahucios, lágrimas... El que impide que los seres humanos vivamos en paz y armonía, aquel para el que urge una solución drástica, antes de que todo se vaya al traste.

No sé, como digo, qué hay de cierto en la noticia que mi amigo ha tenido la gentileza de transmitirme. Pero, en virtud de lo que reina, que no es nuevo, este, o cualquier otro remedio contra el cáncer, si conlleva que los que aman el dinero vean peligrar su dinero, se nos hurtará, conscientes los responsables del hurto de lo que entraña: la muerte de millones de personas, cuyas vidas no cuentan. En la vida del que ama el dinero, el dinero es lo único que cuenta.

Tengo muchos amigos y amigas, familiares incluidos, que están sufriendo a causa del cáncer que padecen. A ellos y a cuantos se hallan en la misma situación, o quieran prevenir el cáncer, les recomiendo que antes de ingerir la solución se cercioren de que es eficaz, o, cuando menos, no daña el organismo, no sea que nos hallemos frente a  un bromista o frente a alguien que posee un limonar y no sabe cómo vender sus frutos. El que ama el dinero, todo lo atropella, a todo se atreve, nada le detiene, ningún respeto siente por sus semejantes (sanos o enfermos, hombres o mujeres, ancianos o niños), de lo que podemos dar fe los españoles, a los que, dicho sea de paso, no parece importarnos que a causa de ello nos veamos durmiendo en la calle, desnudos, sin un trozo de pan que llevarnos a la boca y, para mayor oprobio o desconsuelo, cargados de deudas, que jamás podremos saldar. El resultado de las encuestas, no el de aquellas en las que nos pronunciamos sobre la corrupción que impera, que la mayoría repudia y condena, sino el resultado de esas otras encuestas, las auténticas, las verdaderas, las que tienen peso, las que recalcan quién se sentaría en el Parlamento y gobernaría la nación en el caso de que hoy se celebraran elecciones, lo certifica. Y ese, quien se haría con el mayor número de escaños en el Parlamento y gobernaría la nación, no es otro que el dinero, al que no hay elecciones que se le resistan y, a menos que nos lo sacudamos de encima, siempre lo tendremos rigiendo nuestro destino.

Cáncer y dinero, dinero y cáncer. Ambas cosas son terribles, pero quien más vidas se cobra y más sufrimientos acarrea no es el cáncer, sino el dinero: el cáncer por excelencia, del que todos, aun los que ignoran lo que es sufrir un dolor de muelas o un dolor de estómago, somos víctimas. Los estragos que causa cualquier otro cáncer, no tienen punto de comparación. Con mirar alrededor, basta para comprobarlo. ¿Se hallará algún día el remedio? ¿Seremos capaces de erradicar de la faz de la tierra tamaño cáncer y tamaña adicción? Eso espero, pues, de lo contrario, se nos hurtará también el futuro, como se nos ha hurtado el presente y se nos hurtó el pasado, hasta la extinción de la especie, hacia lo que caminamos, nos conduce o nos lleva asidos de su mano don Dinero.


Juan Romero Sierra es autor de "El manuscrito Nomentum", novela publicada recientemente por la editorial Raíces.

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