Campo del Cielo, Diario Uno

Por Alberto Anunziato

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A pocos días de concretarse, el polémico traslado del meteorito “Chaco” para participar en una exposición de arte contemporáneo en Alemania fue dejado sin efecto. Tras reunirse con representantes de la comunidad mocoví y de la Asociación de Astronomía del Chaco, el Gobernador decidió suspender el   traslado del segundo meteorito más grande del mundo. Este traslado había generado  una enconada polémica en la Provincia del Chaco, enfrentándose el Gobierno con la oposición y la comunidad astronómica en pleno. Para autorizarlo fue preciso votar una excepción a la norma provincial que prohíbe su traslado, votación que finalizó empatada, fue decidida por el Presidente de la Cámara de Diputados e impugnada por carecer de la mayoría que requeriría la Constitución.  Esa ley ahora será derogada, ante el reclamo conjunto de distintas asociaciones astronómicas nucleadas en la Liga Iberoamericana de Astronomía y de los representantes de la comunidad mocoví, en cuyo acervo cultural el meteorito tiene una importancia fundamental.


El “Chaco” es un meteorito ferroso  de 37,4 toneladas que fue descubierto en 1969 por un equipo comandado por el científico norteamericano William Cassidy  en el llamado Campo del Cielo, una región  en
la frontera de Chaco con Santiago del Estero donde hace 4.000 años se produjo la caída de decenas de fragmentos meteoríticos compuestos por hierro en un 97% y niquel. Esa región es única en el mundo por la cantidad e importancia de los fragmentos recuperados y por la gran variedad  de cráteres de impacto descubiertos.

Hasta el descubrimiento del meteorito  Hoba, en Namibia en 1998, el Chaco fue el meteorito más grande del mundo. Es más, otros dos fragmentos de 14 y 10 toneladas descubiertos por Cassidy en 1997 y 2005, se encuentran ubicados en los puestos 8 y 13 en el ránking de los más grandes meteoritos conservados, lo que hace de Campo del Cielo un lugar único en el mundo.

Aunque el Chaco fue descubierto en 1969, recién en 1980 fue desenterrado, aunque luego quedó en estado de abandono.En 1990 hubo un intento de robo que pudo ser evitado. Ha habido muchas depredaciones menores a lo  de la historia, muchas colecciones poseen fragmentos de piezas pertenecientes al Campo del Cielo.  Años atrás la prestigiosa revista “Astronomy” regalaba un fragmento de meteorito chaqueño a cada suscriptor. Para evitar que se siguiera perdiendo este patrimonio y con el intento de robo como detonador, se dictaron una serie de normas provinciales y la ley nacional 26306, que dispone que los meteoritos pertenecen al patrimonio cultural y como tal deben ser registrados, un régimen similar a las obras de arte.

Los meteoritos del Campo del Cielo pueden ser visitados en el mismo Campo del Cielo, desde 1998 una Reserva Natural Cultural, en la que desde 2005 se realiza la Fiesta Nacional del Meteorito.

La ley que el Gobernador ha prometido derogar autorizaba el traslado del  “Chaco” a la Feria de Kassel, en Alemania, una de las exposiciones de arte contemporáneo más grande del mundo. Allí se pretendía exhibirlo como parte de un proyecto artístico de 2 fotógrafos que pretendían realizar “una serie de acciones poéticas para reflexionar sobre el impacto cultural de este fenómeno cósmico”.

Las autoridades chaqueñas  pretendieron darle un aire épico al traslado: “una hazaña: una cadena de manos allende el mar para poner al Chaco en el centro de todas las miradas” (en palabras dela Secretaria de Asuntos Internacionales de la Provincia). Lo cierto es que nunca se supo quién hubiera cargado con los gastos del traslado y la póliza del seguro, y lo que es más importante: no hay forma de evitar que esta pieza única no sufra los riesgos inherentes a cualquier viaje, por mar o por avión, sin mencionar los daños que inevitablemente se producirán con su manipulación (ni los peligros de embargo por acreedores extranjeros, de los que no estuvo exento siquiera el avión presidencial). Todos estos riesgos hubiera sufrido el segundo meteorito más grande del mundo para ser exhibido en una exposición de arte si las comunidades aborígenes y las asociaciones astronómicas no hubieran movilizado a la opinión pública.

Recuadro de opinión

La reciente caída del meteorito Berduc (2008) en el territorio de nuestra provincia generó un debate sobre la propiedad de estos cuerpos celestes. La ley nacional 26306 es la única específica pero no regula la propiedad de los fragmentos , que como cosas sin dueño hasta ingresar a la atmósfera terrestre (así los define la Convención sobre las actividades de los Estados en la Luna y otros cuerpos celestes) son susceptibles de apropiación por aquellos que los descubran (art. 2525 del Código Civil), respetando siempre la normativa relativa a los bienes culturales en cuanto a su registro y traslado. La excepción es Chaco, cuya Constitución estipula que los meteoritos pertenecen al dominio público del Estado. No deja de ser curioso que esta provincia, que ha impulsado normas proteccionistas a ultranza de dudosa constitucionalidad (las provincias no pueden legislar sobre la propiedad), intentara hacer una excepción a la ley para permitir que el segundo meteorito más grande del mundo sea exhibido en una feria de arte. El arte contemporáneo es un Moloch que ya nos ha deparado lindezas como exhibir cadáveres o dejar morir de hambre a un perro encadenado, por suerte no tuvimos que sacrificarle también al meteorito Chaco. Estas idas y venidas muestran que pretender para el Estado la propiedad de meteoritos descubiertos por particulares no garantiza que el público pueda disfrutarlos y la ciencia estudiarlos, para ello lo que debe asegurarse es su exhibición y disponibilidad para estudios científicos, sean propiedad del Estado o de particulares. Las pretensiones estatistas generaron para la Argentina la pérdida de una de las mayores colecciones del mundo, propiedad del coleccionista Oscar Turone, quien ante la duda prefirió resguardar en el exterior el fruto de una vida dedicada a la búsqueda de meteoritos.

Alberto Anunziato
Abogado y miembro de la Asociación Entrerriana de Astronomía


Recuadro 2: Historia

Hace 4.000 años una tormenta de hierro y fuego se abatió sobre Chaco.  Decenas de meteoritos formados por hierro y níquel (los más letales, los más fuertes, los que atraviesan la atmósfera y no se desintegran en ella como sus hermanos, los formados por piedra) cayeron sobre un área de más de 1.000 kilómetros cuadrados que hoy es conocida por la traducción de la expresión toba “piguem nonraltá”: campo del cielo.

Todas las etnias de la región conservan bajo la forma de mitos un vívido recuerdo de la tragedia cósmica. Para los mocovíes el sol había caído del cielo y había incendiado la Tierra, para los vilelas había sido una estrella, para los pilagá fragmentos de la Luna, todos los mitos coinciden en la oscuridad y el frío que siguieron al incendio, generados sin duda por el polvo eyectado a la atmósfera luego de los impactos. El Campo del Cielo se transformó en un lugar sagrado.

Cuando llegaron los españoles se sorprendieron al descubrir que las boleadoras de los indígenas tenían un núcleo de hierro puro. Interrogados por los españoles los aborígenes relataron la existencia de un inmenso “peñol de fierro” que, tras varias expediciones, fue encontrado. Se tomaron muestras del “peñol de fierro” pero el asunto se olvidó. Pasaron 2 siglos y el “peñol de fierro” se había transformado en una legendaria mina de plata que atrajo nuevas expediciones. Una de ellas dio en 1774 con una enorme masa de hierro en forma de lámina a la que bautizaron el “mesón de fierro”. El hierro era un metal que no se encontraba en estas tierras y que debía ser traído de España, por lo que la explotación de las eventuales minas chaqueñas era un asunto de vital importancia. Pero por más que excavaron e hicieron explosiones, los españoles no pudieron encontrar yacimiento alguno debajo del “mesón de fierro”, parecía haber caído del cielo. Recordemos que recién en 1803 la ciencia comenzó a admitir la posibilidad de que las estrellas fugaces o meteoros, que se consideraban un fenómeno atmosférico, pudieran relacionarse con rocas o fragmentos metálicos caídos del cielo; los reportes acerca de ellos eran desechados como invenciones folklóricas.

Aquí entra el misterio en la historia, desde 1783 nunca nadie volvió a ver al “mesón de fierro”, pese a las numerosas expediciones que lo buscaron. Pero la leyenda siguió atrayendo a los buscadores a esa zona plagada de cráteres, que a partir de 1913 empezó a regalar meteoritos de hierro que iban siendo desenterrados a un ritmo cada vez más frenético.  El descubrimiento de las joyas del Campo del Cielo, los meteoritos más grandes, se debe en particular a la incansable labor de científicos de la Universidad del Nordeste y de William Cassidy, quien entre 1962 y 1972, y luego en 2005 y 2008, no sólo cartografió los cráteres existentes sino que también fue el responsable del descubrimiento y extracción del meteorito de 37 toneladas conocido como el “Chaco”.

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